En la casa del pueblo
los recuerdos quedaron
entre nubes de polvo
y en un cuarto olvidados.
Con juguetes y libros
en silencio aguardaron,
a que el tiempo y la brisa
los llevara a tu lado.
Y ocurrió que una tarde,
de calor y verano,
tú volviste a la aldea
y subiste a ese cuarto.
Allí estaban los sueños,
los juguetes usados,
con los libros leídos
y cuadernos en blanco.
Porque algunas libretas
no tenían tus rasgos,
de escritura tan linda
que dejaba tu mano.
Y es que algunos suspiros,
con razón se callaron,
por temor a la vida
y a otros ojos temblando.
Y durmieron el sueño
de la culpa de antaño,
con perjuicios y miedo
por amar demasiado.
Fueron días oscuros,
de tormentas y barro,
avanzando en las horas
y viviendo y luchando.
Y aquel niño de entonces
hoy recuerda el abrazo,
y aquel beso tan tierno
que posó entre tus labios.
Te quería y te quiere
como el sueño añorado,
y susurra tu nombre
con pasión y temblando.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/07/24.
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