¡Benditos ordenadores!,
testigos de nuestras letras,
dormid ahora en silencio
sobre las mesas desiertas.
Un día nos reunimos
en vuestra sala coqueta,
"la sala de ordenadores"
con sus pantallas y orejas.
Entonces surgió el milagro,
llegaron letras dispersas,
desde Jesús a María
con Jezabel de enfermera.
Lines narraba detalles
con pincelada maestra,
luego seguía Isabel
para plasmar sus vivencias.
Laly pintaba y hablaba,
Flor nos dejaba poemas,,
Laura esmeraba su pluma
y Ana soñaba despierta.
Los dinosaurios de Álvaro,
con el final de la tierra,
fueron leídos con gracias
entre unas lágrimas tiernas.
Me queda Blanca y sus versos
en una prosa sin vueltas,
donde el poema y romance
se unen, junta y mezclan.
Pero no quiero olvidarme
de la sutil picaresca,
con que Jesús regalaba
en esos cuentos y piezas.
Ni de los dramas reales
que con su voz de gacela,
nos fue leyendo María
hasta un final de tristeza.
Porque al final Jezabel,
rematará la faena,
con esas frases sencillas
y con su eterna franqueza.
¡Cuánta sonrisa vertida
llegó a los labios muy queda,
y cuánta lágrima triste
nubló pupilas y cejas!
¡Benditos ordenadores!,
que ahora dormis sin reserva;
dormid, dormid muy tranquilos
que la campana no suena.
Esa campana cercana
que marca las horas sueltas,
minutos que compartimos
encima la biblioteca.
¡Benditos ordenadores!,
dormid y guardar la esencia,
¡dormid, dormid hasta octubre!,
con nuestras letras inquietas.
Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana 06/07/10
testigos de nuestras letras,
dormid ahora en silencio
sobre las mesas desiertas.
Un día nos reunimos
en vuestra sala coqueta,
"la sala de ordenadores"
con sus pantallas y orejas.
Entonces surgió el milagro,
llegaron letras dispersas,
desde Jesús a María
con Jezabel de enfermera.
Lines narraba detalles
con pincelada maestra,
luego seguía Isabel
para plasmar sus vivencias.
Laly pintaba y hablaba,
Flor nos dejaba poemas,,
Laura esmeraba su pluma
y Ana soñaba despierta.
Los dinosaurios de Álvaro,
con el final de la tierra,
fueron leídos con gracias
entre unas lágrimas tiernas.
Me queda Blanca y sus versos
en una prosa sin vueltas,
donde el poema y romance
se unen, junta y mezclan.
Pero no quiero olvidarme
de la sutil picaresca,
con que Jesús regalaba
en esos cuentos y piezas.
Ni de los dramas reales
que con su voz de gacela,
nos fue leyendo María
hasta un final de tristeza.
Porque al final Jezabel,
rematará la faena,
con esas frases sencillas
y con su eterna franqueza.
¡Cuánta sonrisa vertida
llegó a los labios muy queda,
y cuánta lágrima triste
nubló pupilas y cejas!
¡Benditos ordenadores!,
que ahora dormis sin reserva;
dormid, dormid muy tranquilos
que la campana no suena.
Esa campana cercana
que marca las horas sueltas,
minutos que compartimos
encima la biblioteca.
¡Benditos ordenadores!,
dormid y guardar la esencia,
¡dormid, dormid hasta octubre!,
con nuestras letras inquietas.
Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana 06/07/10
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