A veces los suspiros son carencias
y esconden muchos sueños en su fondo,
hay gritos desgarrados que se emiten
del faro intermitente de los ojos.
Suspiran los helechos en la tarde
al roce inmaculado de los corzos,
que bajan hasta el río en un momento,
sedientos, sorteando los matojos.
Suspira el ganadero, que en el bosque,
recoge de los mismos un coloño,
la leña que alimenta las pasiones
del fuego encarnecido y pelirrojo.
Suspiran las montañas tan nevadas,
al beso de ese sol, que poco a poco,
desnuda de su manto tan preciado
llevando el agua fresca hasta el arroyo.
Suspira el marinero, que en su barca,
se esmera en la faena puntilloso,
tratando de obtener esa captura,
el jargo, de los mares, tan remoto.
Suspiran las ciudades y estornudan,
al paso de los coches tan ruidosos,
la eterna geometría en movimiento,
del hombre levantándose del polvo.
Suspira el corazón entristecido,
sabiendo que en el mismo existe un roto,
la herida recibida de hace tiempo
se mezcla gota a gota con el lodo.
Suspiran las campanas de la iglesia
y anuncian el rosario del otoño,
la mezcla del fervor y la esperanza
unidas en los labios codo a codo.
Suspira aquel amante que ha querido,
y tiembla con pesar ante el soborno,
él siente que el amor está presente
si late el corazón quebrado y loco.
Suspiran los claveles y las rosas
y envidian con pesar a los gladiolos,
tomados por la mano de aquel hombre
que aviva ya, su paso presuroso.
Suspiran unos labios por un beso
en busca de otros labios y un sollozo,
suspiran con sus miedos y carencias
en busca de otro beso con un soplo.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/07/10
y esconden muchos sueños en su fondo,
hay gritos desgarrados que se emiten
del faro intermitente de los ojos.
Suspiran los helechos en la tarde
al roce inmaculado de los corzos,
que bajan hasta el río en un momento,
sedientos, sorteando los matojos.
Suspira el ganadero, que en el bosque,
recoge de los mismos un coloño,
la leña que alimenta las pasiones
del fuego encarnecido y pelirrojo.
Suspiran las montañas tan nevadas,
al beso de ese sol, que poco a poco,
desnuda de su manto tan preciado
llevando el agua fresca hasta el arroyo.
Suspira el marinero, que en su barca,
se esmera en la faena puntilloso,
tratando de obtener esa captura,
el jargo, de los mares, tan remoto.
Suspiran las ciudades y estornudan,
al paso de los coches tan ruidosos,
la eterna geometría en movimiento,
del hombre levantándose del polvo.
Suspira el corazón entristecido,
sabiendo que en el mismo existe un roto,
la herida recibida de hace tiempo
se mezcla gota a gota con el lodo.
Suspiran las campanas de la iglesia
y anuncian el rosario del otoño,
la mezcla del fervor y la esperanza
unidas en los labios codo a codo.
Suspira aquel amante que ha querido,
y tiembla con pesar ante el soborno,
él siente que el amor está presente
si late el corazón quebrado y loco.
Suspiran los claveles y las rosas
y envidian con pesar a los gladiolos,
tomados por la mano de aquel hombre
que aviva ya, su paso presuroso.
Suspiran unos labios por un beso
en busca de otros labios y un sollozo,
suspiran con sus miedos y carencias
en busca de otro beso con un soplo.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/07/10
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