Un día los marinos de mi tierra
robaron sus encantos a la luna,
entonces las estrellas desoladas
mostraron soñolientas sus arrugas.
La noche se quedó sin su diadema,
la cara con su forma tan difusa,
la imagen con sonrisa permanente
que ablanda resquemores y las dudas.
Las olas que llegaban a la playa
venían excusando mil disculpas,
el canto que dejaban era triste,
ausente y con balada taciturna.
Incluso la campana de la torre
dejaba sus llamadas inconclusas,
eternos balbuceos en la noche
buscando por el cielo una figura.
Los cielos se cubrieron con las nubes,
las sombras avanzaron con la bruma,
y un manto de silencio y de vacío
cayó sobre la ría y las falúas.
Entonces los marinos conmovidos,
volvieron con la luna a las alturas,
dejando en ese marco permanente
el faro que en la noche nos saluda.
La noche cobró vida y cobró fuerza,
volvieron las estrellas una a una,
salieron con sonrisa renovada
al ver el blanco ardiente de su blusa.
Las olas despertaron renovadas,
dejando con su encanto y con su espuma
las algas y el salitre de los mares
con cantos de sirenas y manjúas.
También las campanadas de la torre
cambiaron su lamento sin fisuras,
cantaban nuevamente con su dúo,
alegres y de forma muy conjunta.
Los cielos clarearon de repente,
las sombras se quedaron en la cuna,
y el manto de la luna con su abrazo,
llegó a los marineros y chalupas.
"...Un día los marinos de mi tierra
hicieron con su robo una aventura,
lograron que la tierra y que los hombres
amaran a la luna más que nunca..."
Rafael Sánchez Ortega ©
21/07/10
robaron sus encantos a la luna,
entonces las estrellas desoladas
mostraron soñolientas sus arrugas.
La noche se quedó sin su diadema,
la cara con su forma tan difusa,
la imagen con sonrisa permanente
que ablanda resquemores y las dudas.
Las olas que llegaban a la playa
venían excusando mil disculpas,
el canto que dejaban era triste,
ausente y con balada taciturna.
Incluso la campana de la torre
dejaba sus llamadas inconclusas,
eternos balbuceos en la noche
buscando por el cielo una figura.
Los cielos se cubrieron con las nubes,
las sombras avanzaron con la bruma,
y un manto de silencio y de vacío
cayó sobre la ría y las falúas.
Entonces los marinos conmovidos,
volvieron con la luna a las alturas,
dejando en ese marco permanente
el faro que en la noche nos saluda.
La noche cobró vida y cobró fuerza,
volvieron las estrellas una a una,
salieron con sonrisa renovada
al ver el blanco ardiente de su blusa.
Las olas despertaron renovadas,
dejando con su encanto y con su espuma
las algas y el salitre de los mares
con cantos de sirenas y manjúas.
También las campanadas de la torre
cambiaron su lamento sin fisuras,
cantaban nuevamente con su dúo,
alegres y de forma muy conjunta.
Los cielos clarearon de repente,
las sombras se quedaron en la cuna,
y el manto de la luna con su abrazo,
llegó a los marineros y chalupas.
"...Un día los marinos de mi tierra
hicieron con su robo una aventura,
lograron que la tierra y que los hombres
amaran a la luna más que nunca..."
Rafael Sánchez Ortega ©
21/07/10
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