(A un amigo irreemplazable)
He cerrado tus ojos malheridos,
he cerrado tus ojos muy cansados,
y al hacerlo he sentido escalofríos
y que algo marchaba hacia el ocaso.
Se acababa tu vida y lo sabía,
te marchabas por siempre de mi lado,
sin adioses, sin prisas, sin suspiros
a dormir ese sueño inacabado.
Te llevabas contigo los recuerdos,
los momentos felices de un pasado,
y también te llevabas los segundos
que en silencio, entre ambos, nos robamos.
Aun recuerdo aquel día en que llegaste
como linda sorpresa de un regalo;
no esperaba tu grata compañía
ni que fueras, la sombra de mis pasos.
Compañero de días y de noches,
compañero de viajes y descansos,
compañero en el frío del invierno
y también en las tardes del verano.
Tú supiste conmigo mis secretos,
y escuchaste a mi pecho acelerado
y también recibiste las caricias
de unos versos venidos a mis labios.
Y así fue como fuiste mi cuaderno,
la cuartilla y el lápiz tan ansiado,
donde iba dejando que salieran
esas letras y signos con sus trazos.
Percibiste el latido de mi pecho
y también su tic-tac acelerado,
y pudiste dar fé de mis sentidos,
de mis sueños y mundo en el que viajo.
El destino te trajo a mi presencia
conducido quizás por una mano,
no sabía, ni supe hasta ese instante,
lo que tú me dirías sin pensarlo.
Porque hablé muchas veces a tu oído
y escribí muchas veces tu teclado,
otras tantas jugaste entre mis dedos
a pesar de estar lejos y pensando.
También tú compartiste los momentos
de mis sueños felices y pausados,
recogiendo quizás esos instantes
y guardando el secreto en tu regazo.
¡Cuántas cosas tendrías escondidas,
a través de este tiempo y estos años!,
es posible que cambien las personas
pero no el sentimiento que han mostrado.
Es por eso que ahora al despedirte,
un dolor se acrecienta en mi costado,
he perdido al amigo silencioso
que marchó para siempre de mi lado.
Buscaré otro amigo que te supla
y que haga por ti tantos recados,
buscaré el reloj que dé las horas
y que marque los días muy despacio.
Pero tú, compañero irreemplazable,
llevarás tus secretos encerrados,
dormirán a tu lado para siempre,
esos besos que tanto has presenciado.
Dormirán las palabras y suspiros
con los labios que a veces he besado,
dormirán en un lecho de diamantes,
dormirán para siempre con mi abrazo.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/07/10
he cerrado tus ojos muy cansados,
y al hacerlo he sentido escalofríos
y que algo marchaba hacia el ocaso.
Se acababa tu vida y lo sabía,
te marchabas por siempre de mi lado,
sin adioses, sin prisas, sin suspiros
a dormir ese sueño inacabado.
Te llevabas contigo los recuerdos,
los momentos felices de un pasado,
y también te llevabas los segundos
que en silencio, entre ambos, nos robamos.
Aun recuerdo aquel día en que llegaste
como linda sorpresa de un regalo;
no esperaba tu grata compañía
ni que fueras, la sombra de mis pasos.
Compañero de días y de noches,
compañero de viajes y descansos,
compañero en el frío del invierno
y también en las tardes del verano.
Tú supiste conmigo mis secretos,
y escuchaste a mi pecho acelerado
y también recibiste las caricias
de unos versos venidos a mis labios.
Y así fue como fuiste mi cuaderno,
la cuartilla y el lápiz tan ansiado,
donde iba dejando que salieran
esas letras y signos con sus trazos.
Percibiste el latido de mi pecho
y también su tic-tac acelerado,
y pudiste dar fé de mis sentidos,
de mis sueños y mundo en el que viajo.
El destino te trajo a mi presencia
conducido quizás por una mano,
no sabía, ni supe hasta ese instante,
lo que tú me dirías sin pensarlo.
Porque hablé muchas veces a tu oído
y escribí muchas veces tu teclado,
otras tantas jugaste entre mis dedos
a pesar de estar lejos y pensando.
También tú compartiste los momentos
de mis sueños felices y pausados,
recogiendo quizás esos instantes
y guardando el secreto en tu regazo.
¡Cuántas cosas tendrías escondidas,
a través de este tiempo y estos años!,
es posible que cambien las personas
pero no el sentimiento que han mostrado.
Es por eso que ahora al despedirte,
un dolor se acrecienta en mi costado,
he perdido al amigo silencioso
que marchó para siempre de mi lado.
Buscaré otro amigo que te supla
y que haga por ti tantos recados,
buscaré el reloj que dé las horas
y que marque los días muy despacio.
Pero tú, compañero irreemplazable,
llevarás tus secretos encerrados,
dormirán a tu lado para siempre,
esos besos que tanto has presenciado.
Dormirán las palabras y suspiros
con los labios que a veces he besado,
dormirán en un lecho de diamantes,
dormirán para siempre con mi abrazo.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/07/10
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