Afuera el partido de fútbol
tenía a la gente pendiente de un campo.
Adentro un enfermo esperaba
en la cama de Urgencias.
¡Qué inquietud para ver el partido,
para ver esa bola rodar
y buscar una puerta!
¡Qué serena impaciencia
mostraba el enfermo,
con la vía en sus venas
y el oxígeno puesto!
Hay pasión en la gente que espera,
la que ansía que suene el silbato
y se mezcle el balón con la hierba,
entre botas y piernas.
Hay dolor en la cara que sufre,
la que espera en silencio
y ahoga un gemido,
la que tiene los ojos inquietos.
Sin embargo el partido se anima,
ya se saca una falta
en el borde del área,
pues se busca ese gol tempranero,
el que rompa las redes
y lleve hacia el triunfo.
Más el pecho que late deprisa
tiene miedo a los cables y cardios,
a la placa que harán de su cuerpo,
al siseo que deja el oxígeno
en la caja de plástico.
Hay un ¡ay!, que se escapa en al aire,
es un grito alargado y profundo
tras un tiro que sale rozando
el larguero.
Hay un ¡ay! en la cama
que escapa al enfermo,
es la nota profunda del hombre
y su pecho,
es un grito que sale
y que rompe el silencio.
...Y yo asisto impotente a este cuadro,
al partido que dan en la tele
y no veo,
al enfermo que duerme
y que espera,
a ese gol que se escapa rozando
y no llega
y también la sonrisa en la boca
de ese ser, que en urgencias,
aprecio de veras.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/07/10
tenía a la gente pendiente de un campo.
Adentro un enfermo esperaba
en la cama de Urgencias.
¡Qué inquietud para ver el partido,
para ver esa bola rodar
y buscar una puerta!
¡Qué serena impaciencia
mostraba el enfermo,
con la vía en sus venas
y el oxígeno puesto!
Hay pasión en la gente que espera,
la que ansía que suene el silbato
y se mezcle el balón con la hierba,
entre botas y piernas.
Hay dolor en la cara que sufre,
la que espera en silencio
y ahoga un gemido,
la que tiene los ojos inquietos.
Sin embargo el partido se anima,
ya se saca una falta
en el borde del área,
pues se busca ese gol tempranero,
el que rompa las redes
y lleve hacia el triunfo.
Más el pecho que late deprisa
tiene miedo a los cables y cardios,
a la placa que harán de su cuerpo,
al siseo que deja el oxígeno
en la caja de plástico.
Hay un ¡ay!, que se escapa en al aire,
es un grito alargado y profundo
tras un tiro que sale rozando
el larguero.
Hay un ¡ay! en la cama
que escapa al enfermo,
es la nota profunda del hombre
y su pecho,
es un grito que sale
y que rompe el silencio.
...Y yo asisto impotente a este cuadro,
al partido que dan en la tele
y no veo,
al enfermo que duerme
y que espera,
a ese gol que se escapa rozando
y no llega
y también la sonrisa en la boca
de ese ser, que en urgencias,
aprecio de veras.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/07/10
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