Recuerdo que me debes un suspiro
y con él un abrazo sin palabras,
también prefiero el beso silencioso,
que me dé tu pupila y tu mirada.
Pero puestos a recordar, recuerdo,
que me debes un baile de gitana,
un pasaje en tus brazos a la luna
mientras suena de fondo la guitarra.
También debes venir hasta mi lado,
levantar la persiana de mi alma,
calentar a mis venas soñolientas
y ofrecerme tus rayos con el alba.
Así mismo me debes una rosa,
roja flor que en sus pétalos te encarnas,
y el aroma tan dulce y sugerente
que me llene de paz y de esperanza.
No me olvido del baile prometido,
en un vals paseando por la playa,
con las olas llegando con su encanto
al compás de la luna y la resaca.
Te recuerdo que debes unas copas,
aunque sea una simple limonada,
un refresco sellado con tus labios
y que calme la sed de mi garganta.
También pienso me debes la promesa
de subir a mi lado a la montaña,
de abrazar a la cruz que está en la cima
y asumir esa carga tan pesada.
Porque debes volver, y soy consciente,
a cumplir las promesas realizadas,
en las tardes lluviosas del verano,
que ahora llegan tranquilas y se marchan.
Y me debes también tu cenicero
y con él las colillas apagadas,
allí quedan los nervios contenidos
y también muchos sueños en la nada.
Pero sé que me debes tu relato,
que me hables un poco de tu infancia,
de la ropa de niña y los vestidos,
que al colegio y al baile tu llevabas.
Sólo sé que me debes todo aquello,
lo que noche tras noche te callaras,
y también el cariño prometido
con el mar y la brisa que me falta.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/07/10
y con él un abrazo sin palabras,
también prefiero el beso silencioso,
que me dé tu pupila y tu mirada.
Pero puestos a recordar, recuerdo,
que me debes un baile de gitana,
un pasaje en tus brazos a la luna
mientras suena de fondo la guitarra.
También debes venir hasta mi lado,
levantar la persiana de mi alma,
calentar a mis venas soñolientas
y ofrecerme tus rayos con el alba.
Así mismo me debes una rosa,
roja flor que en sus pétalos te encarnas,
y el aroma tan dulce y sugerente
que me llene de paz y de esperanza.
No me olvido del baile prometido,
en un vals paseando por la playa,
con las olas llegando con su encanto
al compás de la luna y la resaca.
Te recuerdo que debes unas copas,
aunque sea una simple limonada,
un refresco sellado con tus labios
y que calme la sed de mi garganta.
También pienso me debes la promesa
de subir a mi lado a la montaña,
de abrazar a la cruz que está en la cima
y asumir esa carga tan pesada.
Porque debes volver, y soy consciente,
a cumplir las promesas realizadas,
en las tardes lluviosas del verano,
que ahora llegan tranquilas y se marchan.
Y me debes también tu cenicero
y con él las colillas apagadas,
allí quedan los nervios contenidos
y también muchos sueños en la nada.
Pero sé que me debes tu relato,
que me hables un poco de tu infancia,
de la ropa de niña y los vestidos,
que al colegio y al baile tu llevabas.
Sólo sé que me debes todo aquello,
lo que noche tras noche te callaras,
y también el cariño prometido
con el mar y la brisa que me falta.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/07/10
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