Mientras suena la tormenta
cae la lluvia de los cielos,
rasga el trueno en la distancia
entre el miedo de mis dedos.
Y estos dedos temblorosos
llevan rasgos al cuaderno,
con relámpagos y lluvia
y cargados de recuerdos.
Pienso ahora en aquel día,
era un once de febrero,
la figura solitaria
que venía hasta mi encuentro.
Su silueta y su figura,
era linda, no lo niego,
los andares de gacela
agraciaban más su cuerpo.
Y de pronto sentí frío,
un temblor llegó a mi pecho,
se apagaron las palabras
de mis labios entreabiertos.
Hubo rayos ese día
y también sonaron truenos,
hubo lágrimas divinas
que vinieron de muy lejos.
Se mezclaron con la bruma
las pasiones y deseos,
las eternas caracolas
que de pronto allí nacieron.
Nunca supe como y cuando
a sus labios fue mi beso,
o el abrazo recibido
fue un producto de mis sueños.
Pero sé que en la tormenta,
de aquel día del invierno,
se fundieron en mi alma
los relámpagos eternos.
Los relámpagos y lluvia
que ahora son mis compañeros,
una noche ya lejana
de este julio caluriento.
Cae la lluvia fuertemente
sobre el patio y sin respeto,
mientras cerca los relámpagos
dejan signos arabescos.
Esos signos luminosos
en el cielo veraniego,
que les sirve de pizarra
y también quizás de espejo.
"...Mientras suena la tormenta
hoy escribo todo esto;
cae la lluvia gota a gota
con las letras a mis versos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
09/07/10
cae la lluvia de los cielos,
rasga el trueno en la distancia
entre el miedo de mis dedos.
Y estos dedos temblorosos
llevan rasgos al cuaderno,
con relámpagos y lluvia
y cargados de recuerdos.
Pienso ahora en aquel día,
era un once de febrero,
la figura solitaria
que venía hasta mi encuentro.
Su silueta y su figura,
era linda, no lo niego,
los andares de gacela
agraciaban más su cuerpo.
Y de pronto sentí frío,
un temblor llegó a mi pecho,
se apagaron las palabras
de mis labios entreabiertos.
Hubo rayos ese día
y también sonaron truenos,
hubo lágrimas divinas
que vinieron de muy lejos.
Se mezclaron con la bruma
las pasiones y deseos,
las eternas caracolas
que de pronto allí nacieron.
Nunca supe como y cuando
a sus labios fue mi beso,
o el abrazo recibido
fue un producto de mis sueños.
Pero sé que en la tormenta,
de aquel día del invierno,
se fundieron en mi alma
los relámpagos eternos.
Los relámpagos y lluvia
que ahora son mis compañeros,
una noche ya lejana
de este julio caluriento.
Cae la lluvia fuertemente
sobre el patio y sin respeto,
mientras cerca los relámpagos
dejan signos arabescos.
Esos signos luminosos
en el cielo veraniego,
que les sirve de pizarra
y también quizás de espejo.
"...Mientras suena la tormenta
hoy escribo todo esto;
cae la lluvia gota a gota
con las letras a mis versos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
09/07/10
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