III
Pero yo, soñoliento y solitario,
me encontraba muy lejos de la estera,
más allá de la alcoba y escalera
entre dudas y fuegos del calvario.
Deseaba rozar tu santuario,
apartar de mis ojos la ceguera,
abrazarte de forma tan certera
y sentir un placer extraordinario.
Pero tú me miraste fijamente
con tus ojos y dardo tan certero.
Me miraste, confieso, dulcemente
y tus ojos dijeron el "te quiero".
Yo sentí ese fuego tan ardiente
y el ardor de tu cuerpo prisionero.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/03/11
Pero yo, soñoliento y solitario,
me encontraba muy lejos de la estera,
más allá de la alcoba y escalera
entre dudas y fuegos del calvario.
Deseaba rozar tu santuario,
apartar de mis ojos la ceguera,
abrazarte de forma tan certera
y sentir un placer extraordinario.
Pero tú me miraste fijamente
con tus ojos y dardo tan certero.
Me miraste, confieso, dulcemente
y tus ojos dijeron el "te quiero".
Yo sentí ese fuego tan ardiente
y el ardor de tu cuerpo prisionero.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/03/11
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