Anoche hablé de tus ojos,
eran lindos y castaños,
con un poco de tristeza
que lucían sin recato.
Y es cierto, que aquellos ojos,
fueron luz y fueron faro,
de la nave de mi vida
y mi cuerpo ya cansado.
Y en tus ojos me detuve
para allí sentir tu mano,
el candor de tu sonrisa
y buscar también su abrazo.
Y me diste todo aquello
sin pedirlo ni gritarlo,
con sólo mirar tus ojos
que a los míos atraparon.
No sé que pasó, mi niña,
¿fue una chispa ó un relámpago?,
pero ocurrió en el momento
en que sentí aquel flechazo.
Así suceden las cosas,
así pasan los milagros,
sin que nadie los prevéa
sin anuncios ni relatos.
Recuerdo, que estremecido,
tu cuerpo tembló en mis brazos
y avanzamos temblorosos
por el mundo paso a paso.
Fueron días de alegría
que dichosos los pasamos,
compartiendo tantas cosas
y mirando el mar lejano.
Fueron días diferentes,
los que añoro al recordarlos,
porque sé que fueron sueños
y que ya están muy lejanos.
Pero queda la sonrisa
de tus ojos y tus labios,
y aquel beso que me diste
en la tarde del verano.
Hoy suspiro nuevamente
por los ojos tan castaños,
que cautivaron el alma
de aquel niño enamorado.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/07/11
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