(Dedicado a Alexandra Vaduva y Daria Goremykina que hicieron nacer
estos versos mientras escuchaba sus conciertos de piano.)
La locura de las olas
con su magia encadenaba,
levantando mil suspiros
desde el fondo de las aguas.
El susurro del piano,
con sus notas, desgranaba
el lamento de los dioses
y el abrazo de las algas.
Eran gargantas profundas
de las corrientes mezcladas,
con el rumor de gaviotas
que en las olas se bañaban.
La desnudez de los mares,
con el verde azul en calma,
mostraba las cicatrices
de mil galernas sin cara.
Como fondo a los remeros,
los toletes nos dejaban,
el salitre de los mares
con leyendas de piratas.
Más las notas proseguían
con su ritmo y su esperanza,
en un baile sin descanso
de mareas y resacas.
Una voz surge de pronto,
una voz que grita y habla
descorriendo la cortina
del poeta que descansa.
"¡Saca, saca y nunca temas,
rompe amarras en tu alma!,
no permitas que el vacío
te conduzca hacia la nada"
Y es entonces, que en la popa
cobra vida la mesana
y los remos se aceleran
y la brisa nos abraza.
Unas notas del piano,
hábilmente rescatadas,
nos trajeron el nordeste
y la brisa de las playas.
Se mezclaron con dulzura
con las gotas tan sagradas,
que escapaban de los ojos
hacia el cáliz con sus lágrimas.
...Pero el alma se dormía
y el piano descansaba
de los dedos de dos ángeles
en sirenas reencarnadas.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/07/11
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