Por la puerta de la iglesia
se ha metido un caracol
y en el techo, paso a paso,
entre salmos se durmió.
Unos sueños intranquilos
fue sacando de su arcón,
y en los mismos, mar adentro,
con las olas se bañó.
Proseguía la marea
su rum-rum al tornasol,
contagiando a las estrellas
de su bello resplandor.
Pero ajena a las mareas
una gaviota surgió,
con su vuelo inconfundible
de la tarde y el adiós.
Más ajeno a todo esto,
en la viña del Señor,
un ciprés también dormía
con profunda desazón.
Atrás quedan los suspiros,
los susurros y el ardor,
de marinos y de remos
que lucharon con tesón.
Atrás quedan las galernas,
el viraje de estribor,
el lograr pasar la barra
y salvar la desazón.
Ahora el puerto está cercano
y el chicote de babor
ya está presto y en la mano
del marino peleón.
Y aquel hombre, el fiel poeta,
al que llaman el autor,
con los versos de su pluma
dio comienzo a la canción:
"...Por la puerta de la iglesia
se ha metido un caracol,
y la Virgen, dulcemente,
una nana le cantó..."
Rafael Sánchez Ortega ©
02/07/11
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