Me enamoré de tu pelo
y también de tu mirada;
era tu cara un poema
al que amé de madrugada.
Tus manos lindas y finas,
con unos dedos preciosos,
dibujaban en el lienzo
unos signos primorosos.
Y esos signos eran vida
que tus manos hechiceras
convertían en palomas
de floridas primaveras.
En tu frente una diadema
y un rumor de fantasías
te llegaban con las olas
de lejanas travesías.
Yo sentí a una caracola
susurrarme con el viento,
y dejar en mis oídos
los encantos de tu aliento.
Tú llegaste floreciente,
seductora y con tu risa,
en los labios temblorosos
del nordeste y de la brisa.
Para ti escribí los versos
que escuché en los manantiales,
de los ciervos y las ranas
en sus charlas especiales.
Fueron cuentos sin malicia,
con ausencia de pecado,
enlazados por la pluma
de mi pecho enamorado.
¡Rosas, rosas, rosas rojas!,
rosas sin lazo y cadenas,
rosas que yo quiero darte
para aliviarte tus penas.
Y entre las rosas va escrito
un mensaje muy sincero,
un clavel lindo y hermoso
donde yo he escrito: "te quiero"
Rafael Sánchez Ortega ©
01/07/11
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