Voy a esconder el amor para siempre
en un rincón olvidado del alma,
allí estará y dormirá entre las nubes
sin esperar las caricias del alba.
Ya no vendrán los claveles y versos
para alegrar las nacientes mañanas,
ni soplará como antaño el nordeste
con esa mezcla de brea y de algas.
Me guardaré los suspiros ahogados
y secaré para siempre mis lágrimas,
ya no merecen salir a la vida
para enseñar las heridas causadas.
Me quedaré contemplando a las olas
y soñaré por viajar en sus aguas,
aunque los sueños se queden en eso,
en ilusión, sin amor y sin nada.
Aunque es posible que llegue el otoño
mandando versos sin voz ni palabras,
en esas hojas alegres de antaño
con su cadencia sutil y dorada.
Pero no importa la voz de los versos
como tampoco el poema que clama,
mientras suscriba el amor como meta
en esa cárcel que exige y que ata.
Para el amor no es preciso fronteras
ni superar fatigosas montañas,
sólo se debe mirar a los ojos
para encontrar la respuesta buscada.
Pero ya sé de locuras sin nombre
por conseguir la victoria en batalla,
aunque al final el laurel sea el premio
y nunca el beso que ansioso reclamas.
Por eso escondo el amor en mi pecho
con la cordura y la fe trastornadas,
voy a contar el latir de la vida
porque estoy loco y los locos no aman.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/07/11
No hay comentarios:
Publicar un comentario