La vieja encina
susurra cuando pasas
y te saluda.
Tú te detienes,
sonríes dulcemente,
y le contestas.
Luego prosigues
sin pausa tu camino
en la mañana.
Vas hacia el lago
a ver, en él, sus aguas
y algunos gansos.
Atrás dejaste
la aldea y la casona
de los mayores.
"Será un momento",
dijiste al despedirte
de tu familia.
Y así lo llevas
grabado en ese tiempo
que va corriendo.
Quizás los gansos
no estén y se hayan ido,
para otras tierras.
Quizás el día
se muestre más huraño
mientras avanza.
Pero no importa,
ya tienes la sonrisa
de aquella encina.
Y ese recuerdo
de miel y fantasía
está en tu alma.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/01/23
Si esas encinas centenarias hablaran... Cuanto encerrado en su alma. Feliz semana. Un abrazo
ResponderEliminarAsí es Carmen.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz semana.
Muchos recuerdos y vivencias te devuelve esa encina Rafael. Y es que los árboles guardan en su memoria mucho sentimiento cuando has vivido cerca de ellos.
ResponderEliminarUn bello poema, un abrazo
Sí, Juan, es como dices.
EliminarUn abrazo y gracias.
La mayor sonrisa está en aceptar la realidad y los cambios que ésta nos brinda con paz en el alma. Esa Encina, es como la figura sagrada de Jesús en la cruz, que siempre nos muestra el amor total, puro, verdadero y eterno.
ResponderEliminarMuy bello poema amigo, te felicito. Mi abrazo para ti.
Paty
Gracias por tus palabras, Paty.
EliminarUn abrazo en la tarde.
La memoria verde así como la de piedra testifican la existencia humana
ResponderEliminarSaludos
Gracias Elisa.
EliminarSaludos.
Las encinas guardan secretos y saben mucho :)
ResponderEliminarMe llevaste de paseo, Rafael. Gracias.
Abrazo.
Me alegro Verónica.
EliminarAbrazo.
Hermosos recuerdos ❤
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