Miré hacia atrás
y nadie me seguía.
Estaba solo.
Era un rincón
al pie de las montañas,
en una vega.
Faltaba poco,
pensé, para llegar
hasta el refugio.
Arriba, el cielo,
cubría con sus nubes
mis sentimientos.
Quería, amor,
saberte en mi costado,
latiendo fuerte.
Quería verte
y hablarte, en el silencio
de aquella tarde.
Quería estar,
sin prisas, en tus brazos,
dormir en ellos.
Y descansar
de un mundo y sus miserias
del que escapaba.
Pero quedaba
un trecho, todavía,
que recorrer.
Y proseguí
la marcha lentamente,
hacia la nada.
A ese rincón
de magia y utopía
que son los sueños.
¡Bendito amor,
qué mundo de inocencia
tú nos ofreces!
Rafael Sánchez Ortega ©
18/12/22
Y no lograste llegar esa tarde al refugio de amor que anhelabas, pero te cobijaste en ese otro mundo de magia que son los sueños, solo en el camino.
ResponderEliminarQuizá fuera por la añoranza de conseguir una esperanza imposible. Un abrazo Rafael
Gracias por tus palabras Juan.
EliminarUn abrazo.
El amor nos decora el paisaje y le pone alas al corazón. Precioso, Rafael.
ResponderEliminarMil besitos y felices fiestas para ti y los tuyos ☼
Gracias Auroratris.
EliminarUn abrazo y Felices Fiestas para ti y tus seres queridos.
Los sueños alimentan el espíritu y a veces ellos nos llevan de la mano a una realidad. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarCierto Campirela.
EliminarUn abrazo.
El Amor restaura todo lugar, lo hace más hermoso. Bellos versos. Abrazo
ResponderEliminarGracias Carmen.
EliminarAbrazo.