La mano anciana
buscaba tras las ropas
el cuerpo amado.
Buscaba al niño,
al cuerpo inmaculado
de aquella infancia.
Pero el vacío
decía que no estaba
bajo el vestido.
Y es que hace tiempo
el viento del oeste
rompió esa magia.
Fue la galerna,
llegando en pleno otoño
a las traineras.
Y se llevó
el cuerpo de aquel niño
que ahora se añora.
De él solo quedan
recuerdos y migajas
de aquella infancia.
Pero el abuelo,
que sigue en el retrato,
dejó sus besos.
Por eso busca
la mano de la anciana,
curar su alma.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/10/23
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ResponderEliminarGracias Recomenzar
EliminarQue bonito. La vejez es dura y a veces la angustia impera por las huellas que va dejando en la piel pero el espíritu está fuerte y hay que seguir adelante. Saludos.
ResponderEliminarGracias por tus palabras M.ª Carmen.
EliminarSaludos.
La vejez guarda al niño que fuimos, lo malo es algunas veces no podemos repescarlo. Pero para dar al mano a un niño, nada mejor que un abuelo. Precioso poema.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz domingo, Rafael
Gracias Maripau.
EliminarUn abrazo y feliz domingo también para ti.
Has dibujado muy bien la etapa de la vejez, no por ello es menos atractiva cada época de nuestra vida tiene su magia , solo hay que saber adaptarse y vivirla lo mejor que se pueda.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Sí, Campirela, es como dices.
EliminarUn abrazo y feliz semana.
Que hermoso poema, la vida, los años se llevan la belleza y la juventud, pero queda el consuelo de haber vivido.
ResponderEliminarmariarosa
Gracias por seguir mis letras, María Rosa.
EliminarUn abrazo.
El tiempo todo se lleva, menos los recuerdos muy bello.
ResponderEliminarAbrazo
Los recuerdos son muy importantes para que se los lleve el tiempo.
EliminarUn abrazo.
El tiempo pasa.
ResponderEliminarAlgo siempre queda. Lo importante. Lo que dejó su huella.
Abrazo, Rafael.
Qué bonito! Muy emocionante ❤❤
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