Las gotas de lluvia
mojaban el suelo,
formando unos charcos
que iban creciendo.
Un hombre miraba
los aros aquellos,
dibujos trazados,
por dedos traviesos.
Pero eran las nubes
origen de ellos,
un labio invisible
mandando sus besos.
Así divagaba
el hombre del cuento,
buscando la rima
de lluvia y del verso.
Las nubes oscuras,
con paso muy lento,
marchaban deprisa
regando los huertos.
Y el hombre, poeta,
sentía muy dentro
la lluvia del alma
del dios de los cielos.
Había tristeza,
dolor y hasta miedo,
en esa mirada
buscando consuelo.
Consuelo del hombre
que anhela el "te quiero",
que venga a su oído
cual niño pequeño.
Consuelo del niño
que pide, en silencio,
amor y ternura
haciendo pucheros.
Y en este poema
no olvido al abuelo,
paciente figura
que busca el pañuelo,
Para él esta lluvia
son rimas del cielo,
que van a los niños
en forma de premio.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/01/25
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