La vida nos ofrece
sorpresas cada día,
en unas caras tristes
y en otras de alegría.
Hay nubes que amanecen
con gracia y colorido,
y hay cielos que se empañan
y lloran de corrido.
Por eso hay que tomar
del día paz y calma,
obviando las tensiones
y nervios para el alma.
Veamos en las flores
la luz y la belleza,
y amemos ese encanto,
deprisa y sin pereza.
Seamos como el niño
que busca su juguete,
y cede a los amigos
un sitio en el banquete.
Los juegos se comparten
y hay mundos paralelos,
el mundo de la infancia
que mira hacia los cielos.
Seamos como el niño
que busca en su inocencia,
la esencia de la vida
a base de paciencia.
Paciencia, mal llamada,
con prisas de la infancia,
y verbos juveniles
de apenas importancia.
En fin, que en estos versos,
hoy dejo la locura,
la brújula se pierde
en nueva singladura.
Rafael Sánchez Ortega ©
08/01/25
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