Día tranquilo,
despierta en la mañana,
con sus legañas.
Tras larga noche
de sombras y de estrellas,
por fin madruga.
Manda sus rayos
que asoman muy despacio,
pero calientan.
Y poco a poco,
la luz y la alegría
bajan del cielo.
Y nos envuelven,
nos llenan de ternura
con el café.
Cierras los ojos,
le bebes lentamente,
y hasta suspiras.
Este momento
es mágico y sublime,
cada mañana.
Sigues dormido,
y tratas de animarte
con el café.
Empieza el día.
La vida y el trabajo
te está esperando.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/01/25
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