El camino se vuelve intransitable
si la lluvia y el barro lo dominan,
entonces se producen los atascos
y muchas situaciones imprevistas.
Es igual en el hombre y sus pasiones
cuando surgen las lágrimas furtivas,
los caminos del alma son difusos
y hasta van hacia el mar por las esquinas.
Es entonces que suenan las campanas
con el dulce perfume de la brisa,
avisando de vientos y tormentas
que nos llegan, azotan y castigan.
Y los hombres escuchan los sonidos
mientras crecen afuera las ortigas,
y las hiedras escalan las paredes
escapando del mundo y de sus iras.
El camino se pierde y se confunde
y es muy fácil clavarse las espinas,
de las rosas mezcladas con el fango
que en el suelo se encuentran confundidas.
Pero el hombre sencillo, enamorado,
sigue fiel a las horas y las citas,
y no acepta barreras que le salen
y son fruto tan solo de la vida.
Sigue siendo cortés y caballero
y en sus labios aflora la sonrisa,
aunque suenen adentro las alarmas
y supure su pecho por la herida.
Es el tiempo tan duro del invierno,
de buscar esa lumbre en la cocina,
y también ese caldo tan caliente
que le ofrece una mano muy sencilla.
Los caminos se vuelven tan oscuros
que las sombras y el miedo los dominan,
pero tú, trovador enamorado
seguirás escribiendo mientras vivas.
...Aunque sufras y llores sin palabras,
aunque el alma la tengas ya partida,
para ti, que naciste de ese barro,
el camino y la lluvia es cada día.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/12/11
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