No llores corazón, seca tus lágrimas,
y mira si es posible a las estrellas,
pregúntales si existen hoy los bosques
y en ellos esas hadas de leyenda.
Recuerda aquellos años de tu infancia
jugando y persiguiendo las princesas,
igual que las coquetas mariposas
pasaban y buscaban la floresta.
Entonces se estilaban los romances
naciendo de juglares y poetas,
los hombres y los niños caminaban
y juntos contemplaban esta escena.
Las hadas canturreaban en los bosques
canciones que invitaban a verbenas,
a sueños con un mundo muy distinto
sin odios, ni batallas y sin guerras.
Entonces yo creía en sus palabras,
no había tempestades ni tormentas,
tampoco las envidias y las riñas
de gentes maliciosas y embusteras.
¡Bendita sensación de aquellos años
pasados y añorados sin reservas!,
las hadas se perdieron en los montes
cubiertas por el musgo y la maleza.
Hoy veo corazón, que estás llorando,
y vuelvo hasta el ayer, aunque me duela,
pregunto por las hadas cantarinas
y quiero de los bosques su respuesta.
Preciso que me digan si aún existen,
si bajan por las noches a la vega,
si viven en casitas de colores
o es mi corazón quien las anhela.
No quiero encariñarme de los sueños,
tampoco de ilusiones y promesas,
prefiero que me hablen esos robles,
y digan las encinas lo que piensan.
Las hadas fueron parte de una infancia,
igual que el Don Quijote y Dulcinea,
por eso corazón, seca tu llanto,
y ten esa esperanza por bandera.
Quizás cuando tú menos te lo esperes,
las hadas a tu lado se aparezcan,
y entonces sentirás esos latidos
que llegan con las hadas a tu puerta.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/12/11
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