No necesito los premios
ni tampoco los aplausos,
para llevar al cuaderno
unas líneas de mi mano.
Escribo porque preciso
ser honesto y ser honrado,
y liberar a mi alma
de sufrir cierto calvario.
Porque los días se pasan,
-unos buenos y otros malos-,
mientras la vida transcurre
entre resaca y remanso.
Quiero dejar a mis letras
en el cuaderno tan blanco,
y que mi voz se confunda
entre la espiga y el grano.
Entre la mar y el nordeste
donde navega mi barco,
hacia los cielos sin nombre
para alcanzar el Parnaso.
Dicen los niños que sueñan
que nada existe a este lado,
sólo un montón de ilusiones
que la locura ha forjado.
Más quiero ser ese loco,
el que cabalgue temprano,
el caballero sin patria
buscando amor por los campos.
Y en la locura descrita
hay unos versos marcados,
unos poemas distintos
y nadie puede dudarlo.
Y así comienza la historia
la de aquel beso callado,
que nace pronto en el alma
para venir a mis labios.
Por eso niego los premios
y me resisto a cobrarlos,
sólo preciso tu risa
con un suspiro velado.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/12/11
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