No quiero despedirme en estas líneas
ni trazar un paréntesis muy largo,
prefiero los espacios más abiertos,
los cielos tan celestes de azul claro.
Es fácil que recuerde tantas flores
tomadas los domingos con mi mano,
y puede que también las margaritas
con pétalos floridos y tan blancos.
Ahora que las noches son más largas
adornan las estrellas con su encanto,
asoman esos guiños tan distantes
que hablan y acompañan nuestros pasos.
Me marcho y me despido para siempre,
me voy hacia esos mundos tan lejanos,
allí donde no existen las fronteras,
ni el odio ni el dolor, tampoco el llanto.
Me voy hacia esa tierra de utopía
que sueñan los poetas en verano,
la tierra del albero y los alcores
mezclada con el trigo de los campos.
Un libro me acompaña con sus versos
nacidos día a día por mi mano,
en ellos, con paciencia religiosa,
están esos secretos que yo guardo.
No quiero despedirme en estas líneas
y dar la sensación de un derrotado,
la vida se compone de momentos,
de ciclos que transcurren año a año.
Yo creo que mi tiempo ha transcurrido,
la aguja del reloj ya se ha parado,
espero que mis ojos se me cierren
y acabe este momento tan extraño.
Aquí se quedarán tantas promesas,
los besos y los sueños tan asiados,
las largas caminatas en la noche
en busca del amor y del abrazo.
Aquí se quedará mi sepultura
y el alma volará mucho más alto,
arriba, más allá de las estrellas,
al cielo y a ese Dios a quien yo amo.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/12/11
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