II
Los mares de la eterna primavera
que surge del invierno y de la nada,
que llega cual caricia tan sincera
besando nuestra tierra calcinada.
La tierra del dolor y la trinchera,
la tierra del que espera una mirada,
la tierra del placer y borrachera
que grita su dolor desesperada.
Supongo fiel lector que todo sobra
y nada permanece eternamente.
El puerto que se ansía es perseguido
a fin de prevenir una zozobra.
El beso que deseas tan ardiente
lo tiene el dulce labio tan querido.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/12/11
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