Andar, andar, andar... Con la mirada
fijada en el camino y en las gentes,
sin saber quienes son, y a dónde van,
las sombras que destilan los cipreses.
Andar detrás del viento y de las nubes
dejando las estelas de los meses,
buscar entre sus mantos y vestidos
la huella del incienso y de las preces.
Andar con pasos cortos y cansados
pisando las riberas y los muelles,
y ver el balanceo de las barcas
ancladas y amarradas junto al puente.
Andar tras una infancia ya agotada
soñando con romances y claveles,
y luego, despertar, en un momento,
volviendo a los harapos del presente.
Andar y cabalgar con el destino
en esos caballitos de juguete,
sabiendo que los globos de colores
no existen ni perduran para siempre.
Andar con temporales y tormentas
sufriendo las galernas inclementes,
y un día recibir el dulce alivio
del beso de la lluvia y de la nieve.
Andar por los cuadernos que describen
poemas de juglares y donceles,
y ver en esas letras el donaire
y el dulce escalofrío que contienen.
Andar tras la promesa que te dieron
los labios juveniles e inocentes,
tratando de encontrar su contenido
y el beso enamorado y tan alegre.
Andar en el silencio de la noche
y oír las campanadas de las nueve,
sabiendo que se cierran las ventanas
del alma y de tu casa para siempre.
"...Andar, andar, andar... Con la mirada
fijada en esta vida, que es tan breve,
y siempre respetar el fiel suspiro
del tiempo que nos besa lentamente..."
Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana, 24/02/12
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