Yo no fui violinista en el tejado
ni tampoco un amante sin principios,
he tenido de siempre gran cuidado
de evitar los profundos precipicios.
Más no pude lograr ser alcanzado
por estigmas y grandes maleficios,
en un mundo quizás tan fracasado
donde curan heridas con cilicios.
Y llegamos al tiempo del presente
donde todo se cambia y modifica.
Es aquí donde crecen los enanos
en un tiempo mediocre y tan carente.
Este mundo precisa un "picapica"
y que Dios le acaricie con sus manos.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/02/12
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