Recuerdo haberte visto en el paseo
mirando el manto blanco en las montañas,
llevabas la sonrisa entre los labios
prendida de alfileres que temblaban.
Tenías el candor de las palomas
que salvan con su vuelo la distancia
y buscan en el parque su comida,
la mano que les deje unas migajas.
Llevabas el vestido recogido,
tus piernas perezosas se estiraban,
y andaban con la gracia y el salero
que estilan las sirenas y las hadas.
No sé lo que sentí en aquel instante,
tan solo que tu cuerpo me hechizaba,
seguía disfrutando de tu cuerpo
cruzando dulcemente por la plaza.
Y entonces ocurrió lo inesperado
surgiendo, sin llamarlos los fantasmas,
las dudas del pasado y el recuerdo
volvieron con gran fuerza hasta mi alma.
Debí seguir tus pasos sin dudarlo
más algo me detuvo como un ancla,
dos fuerzas se enfrentaron en mi mente
saliendo derrotado en la batalla.
Quedé como se quedan los cobardes
herido y con el llanto en la garganta,
mi alma destrozada se moría
en medio de suspiros y de lágrimas.
Te vi como partías a lo lejos
ausente a lo ocurrido a tus espaldas,
seguías con tu paso entretenido
trazando tu silueta limpia y clara.
Atrás, entre el silencio y la trinchera,
quedaba aquel cobarde que lloraba,
el niño que anhelaba ver tus pasos
y el hombre que ante ellos no luchara.
No llores, le decía la conciencia,
los hombres no demuestran esas cartas,
las lágrimas son cosas de los niños
que lloran cuando pierden lo que aman.
Los hombres solo sufren en silencio,
se quedan en sus labios las palabras,
se mueren y marchitan sus pasiones
y vuelan sus cenizas a la nada.
"...Recuerdo haberte visto en el paseo
luciendo tu sonrisa tan galana,
recuerdo que seguistes a mis ojos
y al beso que mis ojos te enviaban..."
Rafael Sánchez Ortega ©
14/02/12
Muy, muy romántico!!!
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