Cuánta tristeza
dejaba en sus balidos
el corderito.
Nadie acudía
al grito desgarrado
que él proclamaba.
Porque en el suelo
yacía una ovejita
inanimada.
¿Era su madre
que estaba dormidita
o quizás muerta?
Nunca lo supe.
ni pude despejar
aquella duda.
Marche de allí
llevando el corazón
atormentado.
De vez en cuando
volvía la cabeza
para mirar.
Pero la escena
seguía igual que antes
con su tragedia.
Me sentí triste,
con rabia e impotencia
mal contenidas.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/04/21
uuuff profundo duro, hermosamente escrito, un abrazo amigo desde mi brillo del mar
ResponderEliminarGracias Bea.
EliminarUn abrazo.
Te dejo un abrazo para animar(te).
ResponderEliminarBesos.
Gracias Laura.
EliminarBesos.
Doloroso poema. Es la verdad de la vida, también los animalitos sufren.
ResponderEliminarCuando hubo incendios en el Amazonas, publicaron la foto de una mona con su monito bebe muerto en los brazos, era tal el dolor que trasuntaba la imagen que no pude olvidarla en mucho tiempo.
Un abrazo.
Sí, María Rosa, hay imágenes que estremecen.
EliminarUn abrazo.
Triste e impotencia, ellos también tienen sentimientos solo hay que oírles llorar. Un abrazo .
ResponderEliminarCierto Campirela, y eso mismo ocurrió.
EliminarUn abrazo.