Libaba el néctar
de vino, con sus labios,
gustosamente.
Y resonaban
latidos presurosos
desde su pecho.
Era una marcha
febril y apasionada,
y sin timbales.
Solo la brisa
del mar, acompañaba,
aquel adagio.
Ratos de amor,
de abrazos y caricias,
allí nacieron.
Y muchas tardes,
los robles y castaños,
fueron testigos.
Tú navegabas,
soñando, con sus ojos,
tan infantiles.
Y hasta el silencio,
decía en un susurro
cuánto te amaban.
Así durmieron
tus sueños del verano
en un otoño.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/09/23
Sueños, recuerdos... y el poeta.
ResponderEliminarAbrazo, Rafael.
Gracias Verónica.
EliminarAbrazo.
La estrofa final es deliciosa.
ResponderEliminarUn abrazo, y por un bonito martes, con sonrisas y amor.
Gracias Maripau.
EliminarUn abrazo.
Recordar para volver a vivir...y vivir para sentir e impulsar el alma hacia adelante...Muy bueno, Rafael.
ResponderEliminarMi abrazo siempre y ánimo.