Buscamos el amor toda la vida
tratando de encontrar una esperanza,
ese rayo de luz, esa alegría,
que ilumine algún día tu ventana.
Buscamos como buscan los mendigos
limosnas que nos traigan las migajas,
aquellas que sobraron en banquetes
en mesas con los vinos y el champaña.
Hay almas que quedaron satisfechas
después de francachelas bien regadas,
los vinos espumosos en su punto,
la carne y el pescado con su salsa.
Más hablo del amor, no de banquetes,
y entonces se confunden las palabras,
se quedan congeladas en los labios
y hablan solamente las miradas.
Yo creo en el amor irreverente,
aquel que ya buscamos en el alba,
y siguen nuestras almas tras sus huellas,
por sendas, por caminos y cañadas.
Y creo en el amor de aquella niña,
que asoma por la esquina de la plaza,
y creo en el amor de aquel anciano
sentado en el jardín con su cachava.
La niña busca amor y no lo sabe,
suspira cada día en la mañana,
y busca más allá del horizonte
la causa y el motivo que la embarga.
También nuestro ancianito enamorado
recuerda sentimientos y añoranzas,
él ama aquel amor que ya ha vivido,
que va desde su otoño hasta la infancia.
Hay hombres que el amor nunca lo encuentran
y otros que confunden de qué trata,
se busca y se persiguen ideales,
no importan las promesas y falacias.
Importa el corazón que está latiendo,
que dice que "adelante sin tardanza",
la copa del amor está muy cerca,
tan cerca que su vino ya te embriaga...
Buscamos el amor sin encontrarlo
y un día se despiertan nuestras almas,
entonces comprendemos que muy cerca
se encuentra el ser amado que buscabas.
Se encuentra el corazón enamorado,
que busca, como tú, la rosa blanca,
la rosa del amor pura y sencilla,
y quiere compartirla y entregarla.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/04/11
No hay comentarios:
Publicar un comentario