Noche fría, de oscura primavera,
en que vengo al cuaderno como siempre,
hoy la luna tirita por los cielos
y en la calle los álamos se duermen.
Hace frío esta noche y yo lo acuso,
hasta el alma se encoge y estremece,
no son solo la luna y las estrellas
las que sufren el frío de este miércoles.
Sin embargo camino hasta tu lado
y te llevo las rosas y claveles,
con el beso surgido de mi pecho
a los labios tan lindos que tú tienes.
Pero debo salvar indecisiones
y sentir tu sonrisa tan alegre,
que se ofrece cual pétalo de seda
a mis labios un tanto irreverentes.
Hoy los barcos dormitan amarrados,
con sus cabos atados, y en el muelle,
hay un halo de paz y de silencio
que bendice las cañas y las redes.
Mar afuera, se escucha el oleaje,
en la lucha del mar y la corriente,
esa lucha tan vieja como el mundo
entre el agua y los vientos del oeste.
Yo me siento quizás afortunado
al sentir de ese mar sus carruseles,
al pensar en las olas tan bravías,
en la playa, durmiendo dulcemente.
Pero dejo las olas en su lecho
y camino buscando los cipreses,
aquel banco mojado de rocío
donde ambos mirábamos la nieve.
Hay un dicho que dice, que los hombres,
sólo buscan estrellas simplemente,
cuando dicen estar enamorados
y también cuando ancianos envejecen.
Más yo sé lo que busco y lo que siento
y es mi alma que grita lo que quiere,
la que pide tu rostro y tu figura
la que busca tu cuerpo tan ardiente.
Es por eso que al frío yo lo ignoro
porque quiero que el alma se despeje,
y que encuentre tu cuerpo tan querido
para darle ese beso que merece.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/04/11
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