Es posible que nazcan amapolas
y que broten con fuerza hasta los nardos,
pues tenemos aquí, la primavera,
floreciendo las tierras y los campos.
Ya se visten las lindas mariposas
con sus alas de seda y los bordados,
y ese juego de luz y fantasía
que nos lleva a los sueños de su mano.
Atrás queda la noche tenebrosa,
el invierno de tiempo inacabado,
los suspiros cortantes de la brisa
y las olas que besan a los barcos.
Más el alma doliente está despìerta,
porque sangra la herida en su costado,
un puñal afilado ha recibido
acabando con lágrimas y llantos.
Ahora aguarda ese ramo de amapolas
con el soplo de viento huracanado,
y la nota que trae la primavera
escapada del arpa y del piano.
Al final te dirán que estás de fiesta,
y te esperan pacientes los regalos,
esos lindos juguetes de la infancia,
con la espada, los libros y el pegaso.
Y sonríes quizás con tal motivo
y quisieras volar como los pájaros,
y subir hasta el cielo en un momento
y dormir en las nubes todo el año.
Pero no, esos sueños son los sueños,
de aquel pecho doliente y angustiado,
el que riega los suelos con su sangre
y el que sella ese nombre tras sus labios.
Es posible que nazcan amapolas
entre lirios, claveles y geranios,
y también margaritas y gladiolos
con la jara y el trigo en los sembrados.
Sin embargo en el pecho malherido
crecerán las ortigas y los cardos,
y también el olvido de las gentes
en un sueño profundo y sin descanso.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/05/10
y que broten con fuerza hasta los nardos,
pues tenemos aquí, la primavera,
floreciendo las tierras y los campos.
Ya se visten las lindas mariposas
con sus alas de seda y los bordados,
y ese juego de luz y fantasía
que nos lleva a los sueños de su mano.
Atrás queda la noche tenebrosa,
el invierno de tiempo inacabado,
los suspiros cortantes de la brisa
y las olas que besan a los barcos.
Más el alma doliente está despìerta,
porque sangra la herida en su costado,
un puñal afilado ha recibido
acabando con lágrimas y llantos.
Ahora aguarda ese ramo de amapolas
con el soplo de viento huracanado,
y la nota que trae la primavera
escapada del arpa y del piano.
Al final te dirán que estás de fiesta,
y te esperan pacientes los regalos,
esos lindos juguetes de la infancia,
con la espada, los libros y el pegaso.
Y sonríes quizás con tal motivo
y quisieras volar como los pájaros,
y subir hasta el cielo en un momento
y dormir en las nubes todo el año.
Pero no, esos sueños son los sueños,
de aquel pecho doliente y angustiado,
el que riega los suelos con su sangre
y el que sella ese nombre tras sus labios.
Es posible que nazcan amapolas
entre lirios, claveles y geranios,
y también margaritas y gladiolos
con la jara y el trigo en los sembrados.
Sin embargo en el pecho malherido
crecerán las ortigas y los cardos,
y también el olvido de las gentes
en un sueño profundo y sin descanso.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/05/10
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