Se quedó muy pensativo
con la herida de su alma,
él sentía que la muerte
a su lado le llegaba.
Era un grito desgarrado,
una lágrima brotada,
una flecha que a su pecho
la ballesta le mandara.
Un puñal enmohecido,
una brisa muy amarga,
una nube gris y oscura
con tormenta entre sus alas.
Era un pobre vagabundo,
un poeta que soñaba,
era un hombre simplemente
con un niño en sus entrañas.
Más la vida se parece
a ese campo de batalla,
donde yacen los ausentes
que han partido hacia la nada.
Brinca el alma en su agonía
y la sangre ya se escapa,
tiembla el cuerpo y no de miedo
mientras suenan las campanas.
Unos ojos impasibles
esta escena contemplaban,
insensibles y cobardes
a que el alma agonizara.
Un suspiro sube al cielo,
es del pecho que ahora clama,
perdonando los pecados
de aquel ser a quien amara.
La mentira se confunde
entre rosas y entre zarzas,
y así surgen las espinas
y las dudas siempre amargas.
No bastaron las promesas,
las palabras mil juradas,
por los padres y los hijos
y el infierno si eran falsas.
Es por eso que la herida
con la sangre que se marcha,
riegue pronto las raíces
y la tierra con sus plantas.
Adelante amigo mío,
hay un cielo que te aguarda,
tú has amado hasta la muerte,
y querido a quien te odiara.
Has sentido sus latidos
a pesar de la distancia,
has querido y has amado
y ahora mueres y te marchas.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/05/10
con la herida de su alma,
él sentía que la muerte
a su lado le llegaba.
Era un grito desgarrado,
una lágrima brotada,
una flecha que a su pecho
la ballesta le mandara.
Un puñal enmohecido,
una brisa muy amarga,
una nube gris y oscura
con tormenta entre sus alas.
Era un pobre vagabundo,
un poeta que soñaba,
era un hombre simplemente
con un niño en sus entrañas.
Más la vida se parece
a ese campo de batalla,
donde yacen los ausentes
que han partido hacia la nada.
Brinca el alma en su agonía
y la sangre ya se escapa,
tiembla el cuerpo y no de miedo
mientras suenan las campanas.
Unos ojos impasibles
esta escena contemplaban,
insensibles y cobardes
a que el alma agonizara.
Un suspiro sube al cielo,
es del pecho que ahora clama,
perdonando los pecados
de aquel ser a quien amara.
La mentira se confunde
entre rosas y entre zarzas,
y así surgen las espinas
y las dudas siempre amargas.
No bastaron las promesas,
las palabras mil juradas,
por los padres y los hijos
y el infierno si eran falsas.
Es por eso que la herida
con la sangre que se marcha,
riegue pronto las raíces
y la tierra con sus plantas.
Adelante amigo mío,
hay un cielo que te aguarda,
tú has amado hasta la muerte,
y querido a quien te odiara.
Has sentido sus latidos
a pesar de la distancia,
has querido y has amado
y ahora mueres y te marchas.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/05/10
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