En la calle se oye el agua de la lluvia
que ahora cae;
un conjunto de sonidos
escapados de una dulce
sinfonía de los cielos.
Es de noche y primavera,
dos premisas, dos factores,
dos siluetas de la vida, simplemente.
Y la noche con las sombras
nos cobija y nos envuelve,
nos transportan a ese mundo
de los niños,
esa etapa de la infancia,
con el eco de los cuentos
resonando en los oídos,
cuando íbamos al lecho
a soñar con nuestros héroes,
rescatados de los comics,
con las bellas princesitas
que ofrecían como gancho
los dibujos más osados
de cuadernos y novelas,
de aquel tiempo,
tan románticas.
Sin embargo ya no estamos en la infancia,
ya no somos esos niños soñadores
ni llevamos pantalón a media pierna,
ni salimos a jugar con los cometas,
ni saltamos las baldosas de la plaza,
ni bebemos en las fuentes,
por placer y con la risa...
Ni siquiera ya jugamos con las flores,
con las rosas y los lirios
del jardín abandonado,
entre bancos solariegos,
donde aún crece y se levanta
hacia los cielos,
la palmera tan pequeña
que plantaron siendo niños.
Hay un halo de nostalgia
en el ambiente.
Puede ser la primavera que nos falta
a pesar de estar en mayo,
puede ser la intensa lluvia
que hace días nos obsequia con sus gotas,
sin pedirlas,
sin llamarlas,
en ausencia de esa luz y el colorido
de este tiempo en el que estamos
y que pasa tan volando,
tan deprisa,
como el viento que no vemos
y los sueños que se fueron
con la infancia.
Es por eso que se palpa la nostalgia
en esta noche,
es por eso que se masca entre las sombras,
en la ausencia de una linda primavera
que no existe,
que no llega,
en la lluvia que atenaza los sentidos,
en el alma que se agita temblorosa,
en los sueños y latidos que germinan
por el pecho y por las venas
deseando ver la vida.
Estos sueños son de hombres,
de mayores,
de curtidos corazones
que han cruzado los desiertos,
de esos niños,
que hace tiempo se durmieron
con la vida,
con el tiempo
con los años,
y ahora vuelven en su otoño,
reclamando lo que es suyo,
lo que llega cada año
en la florida primavera,
la sonrisa de la tierra
y de la vida,
la caricia de los cielos,
la fraganciasde las flores,
y la bella sinfonía del amor
que trae consigo.
...Hay nostalgia y soledad, por todo esto,
que nos falta en esta noche,
¡hay silencio!...
Rafael Sánchez Ortega ©
15/05/10
que ahora cae;
un conjunto de sonidos
escapados de una dulce
sinfonía de los cielos.
Es de noche y primavera,
dos premisas, dos factores,
dos siluetas de la vida, simplemente.
Y la noche con las sombras
nos cobija y nos envuelve,
nos transportan a ese mundo
de los niños,
esa etapa de la infancia,
con el eco de los cuentos
resonando en los oídos,
cuando íbamos al lecho
a soñar con nuestros héroes,
rescatados de los comics,
con las bellas princesitas
que ofrecían como gancho
los dibujos más osados
de cuadernos y novelas,
de aquel tiempo,
tan románticas.
Sin embargo ya no estamos en la infancia,
ya no somos esos niños soñadores
ni llevamos pantalón a media pierna,
ni salimos a jugar con los cometas,
ni saltamos las baldosas de la plaza,
ni bebemos en las fuentes,
por placer y con la risa...
Ni siquiera ya jugamos con las flores,
con las rosas y los lirios
del jardín abandonado,
entre bancos solariegos,
donde aún crece y se levanta
hacia los cielos,
la palmera tan pequeña
que plantaron siendo niños.
Hay un halo de nostalgia
en el ambiente.
Puede ser la primavera que nos falta
a pesar de estar en mayo,
puede ser la intensa lluvia
que hace días nos obsequia con sus gotas,
sin pedirlas,
sin llamarlas,
en ausencia de esa luz y el colorido
de este tiempo en el que estamos
y que pasa tan volando,
tan deprisa,
como el viento que no vemos
y los sueños que se fueron
con la infancia.
Es por eso que se palpa la nostalgia
en esta noche,
es por eso que se masca entre las sombras,
en la ausencia de una linda primavera
que no existe,
que no llega,
en la lluvia que atenaza los sentidos,
en el alma que se agita temblorosa,
en los sueños y latidos que germinan
por el pecho y por las venas
deseando ver la vida.
Estos sueños son de hombres,
de mayores,
de curtidos corazones
que han cruzado los desiertos,
de esos niños,
que hace tiempo se durmieron
con la vida,
con el tiempo
con los años,
y ahora vuelven en su otoño,
reclamando lo que es suyo,
lo que llega cada año
en la florida primavera,
la sonrisa de la tierra
y de la vida,
la caricia de los cielos,
la fraganciasde las flores,
y la bella sinfonía del amor
que trae consigo.
...Hay nostalgia y soledad, por todo esto,
que nos falta en esta noche,
¡hay silencio!...
Rafael Sánchez Ortega ©
15/05/10
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