Miré tus manos
un tanto envejecidas
y abandonadas.
Años y arrugas
dictaban ese estado
inexorable.
La vida pasa,
nos hiere sin descanso
y continúa.
Ese tatuaje
nos marca fuertemente
y para siempre.
Días y meses,
de esfuerzos y trabajos
allí se esconden.
También conservan
el tacto irreverente
del cuerpo amado.
Recuerdo un día
que, a ellas, otras manos,
se compararon.
Eran de un niño,
el nieto tan querido
cual querubín.
Y vi las lágrimas
surgir de las pupilas
de aquel abuelo.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/05/22
Las manos dicen mucho de una persona, en ellas está el reflejo de toda una vida ellas han amado y agarrado cuando era necesario,pero siempre queda las huellas del trabajo realizado.
ResponderEliminarUn abrazo Rafael.
Gracias por tus palabras, Campirela. Coincido contigo.
EliminarUn abrazo en la tarde.
Esas manos de abuelo nos hablan de toda una vida, casi siempre dándolo todo.
ResponderEliminarUn abrazo
Así es Maripau.
EliminarUn abrazo y gracias.
Conmueve tanta ternura en cada uno de tus versos. Muy bonito, amigo Rafael.
ResponderEliminarMil besitos en la mañana.
Gracias por tus palabras Auroratris.
EliminarUn abrazo en la tarde.