El viaje tuyo
fue largo e imprevisto,
sin avisar.
Amanecí
y ya te habías ido,
eso dijeron.
Y aunque corrí
no pude divisar
ni a ti ni al tren.
Y allí quedé
cuidando de tus sueños
que compartía.
Pasaba el tiempo,
los años se caían
del calendario.
Y la distancia
formaba una barrera
infranqueable.
De pronto, un día,
ya era yo un anciano,
tú regresaste.
Venías sola,
oculta en liso traje
de duro pino.
Y te entregué,
tus sueños y mis lágrimas
con mi cariño.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/05/22
Larga ausencia, pero si en la vejez regresa, ya estará bien.
ResponderEliminarUn abrazo
Es una vieja historia que había leído alguna vez, Maripau.
EliminarUn abrazo y gracias.
Que bello y triste a la vez , la ausencia de alguien puede ser fatal y, su regreso el apoteosis, pero la vida pasa y los recuerdos perduran. Un abrazo Rafael.
ResponderEliminarAsí es Campirela.
EliminarUn abrazo en la tarde.
Ay que belleza Rafael!
ResponderEliminarGracias!
Abrazote
A ti, Natalia, por pasar a leer.
EliminarUn abrazo.
Hay trenes inalcanzables. Una tristeza muy bella Rafael. Un abrazo amigo.
ResponderEliminarGracias Carmen.
EliminarUn abrazo.
Tu poema nos inspira muchas historias reales...Viajes lejanos, que nos separan toda una vida y que al final, por fin ese encuentro,que nos llena el alma, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y admirado por tu inspiración.
Gracias por ver todo eso en mis letras, María Jesús.
ResponderEliminarUn abrazo en la tarde.
Hermoso y triste... toda una vida perdida.
ResponderEliminarGracias Galilea.
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