Con la gaviota en el puerto
y la barca en altamar,
pescando estaba el marino
gozando su libertad.
Soñaba mientras pescaba
en las tierras de ultramar,
con una cara preciosa
llena de amor y de paz.
Era el marino un poeta
de escritura singular,
con su letra entrecortada
llena de yodo y de sal.
A la mar fue de pequeño
por pura necesidad,
tras acabar en la escuela
el estudio elemental.
Aprendió lo imprescindible,
lo preciso nada más,
pues quería ser marino
y ese era su ideal.
Empezó pues de grumete
por las noches a llamar,
puerta a puerta y nombre a nombre
aquel ¡Ale!, muy especial.
Con el tiempo le ascendieron
a la boga y al remar,
y contaba las estrellas
de la azul inmensidad.
Fue su casa la trainera,
distinguiendo el vendabal
de las lluvias y chubascos,
por ganar mejor el pan.
La taberna fue su amiga
y la pipa su amistad
y entre el vino y las canciones
escribía sin cesar.
Y lo hacía de codastes,
de fragatas de verdad,
de pantoques y de quillas
y de proas al orzar.
Era un sueño simplemente
del marino, ya chaval,
que aspiraba como tantos
a ser pronto capitán.
Pero el tiempo fue pasando
y con él tanta ansiedad,
ahora el niño ya es un hombre
y en el mar tiene su hogar.
Aquí está toda su vida,
su pasión e intensidad,
aquí el libro de los sueños
blanca estela deja atrás.
"...Blanca estela de los mares
yo te pido como tal,
por marinos y poetas
que no cesan de rezar..."
¡Boga, boga, marinero!,
por salvar la bajamar,
la resaca y la corriente
que te empuja al peñascal.
¡Boga, boga, marinero,
Nunca dejes de soñar!,
pues tus sueños son poemas
y los versos el coral.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/08/11
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