Los claveles, esas flores tan queridas,
eran lágrimas, suspiros y emociones,
en el alma abandonadas y perdidas,
esperando, en esa espera, las pasiones.
Los claveles reflejaban las partidas
con las dudas acuciando corazones,
las caricias en un tiempo recibidas
y los besos de la infancia sin razones.
Ahora miras los claveles en su ausencia
y detienes aquel tiempo mientras tanto.
Era el tiempo, ya lejano de la esencia,
de tus juegos, de tu risa y de tu encanto.
Eran años de latidos e impaciencia
encerrada en tu castillo a calicanto.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/08/11
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