Voy hacia ti, destino inabarcable,
para sentir el soplo de tu aliento;
ese nordeste frío e implacable
que mata para siempre el sentimiento.
Voy hacia ti, jinete indescifrable,
a tu rocín que llega a paso lento;
allí tendré la silla inapelable
que fundirá mis huesos con el viento.
No temo tu llegada inoportuna
para llevar mi alma hasta tu lado.
No existe una razón, ni una fortuna,
que evite el robo de lo que he amado.
Por eso voy a ti, sin prenda alguna,
para sentir y amar lo que he soñado.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/08/11
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