Me he quedado mirando tus letras
y al mirarlas yo sé que te quiero,
un silencio me llega pausado,
porque surge con fuerza del pecho.
Yo no sé lo que tienen tus letras
pero sé que tras ellas te siento,
y percibo tu mano de seda
revolviendo despacio mi pelo.
Una sombra se extiende en la noche
murmurando tu nombre muy quedo,
y me inunda de paz y alegría
y me hace mirar a los cielos.
Allí están las estrellas que velan,
con su luz protegiendo mi sueño,
allí están nuestros nombres cosidos
con un lazo de amor y respeto.
En la tierra se queda el poeta
escribiendo tu nombre en los versos,
para armar las estrofas cautivas
que proclamen su oculto secreto.
Nadie entiende al poeta que escribe,
pero él sigue así, sonriendo,
mientras mira tus letras preciosas
con el verde color del sediento.
Tú le hablas de mares y espacios
donde surcan brillantes veleros,
donde saltan las olas y bailan
desgranando su espuma y reflejo.
A lo lejos resuenan canciones,
melodías del mar con el eco,
son baladas y tiernas leyendas
de marinos, sirenas y puertos.
Yo me quedo en la playa desierta
contemplando ese bello momento,
desgranando segundo a segundo,
ese néctar de letras y besos.
Porque así es como veo tus letras,
como un cáliz de vino selecto,
donde tú le das vida y transformas
esperando que acuda a beberlo.
"...Me he quedado mirando tus letras
y en las mismas, sin prisa, te leo,
y te leo despacio y sin pausas,
para amarte, mi amor, en silencio..."
Rafael Sánchez Ortega ©
12/08/11
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