He visto como llegan los otoños
al bosque de las hayas y los robles,
y como se desprenden de las ramas
las hojas de los niños y los hombres.
Las hojas tan doradas de la vida,
carentes por el tiempo de colores,
volando marchitadas a los suelos,
velando el sueño eterno de los dioses.
Cualquiera que haya visto estas escenas
sabrá que lo que cuento es algo noble,
la alfombra de las hojas es un sueño
de niños, y que gozan los mayores.
Un sueño compartir con esas hayas
el musgo y el verdor donde se esconden,
así como sentir esos latidos
del roble centenario de los montes.
He visto en la corteza de los troncos,
grabados, multitud de corazones,
de amantes que pasaron a su lado,
dejando aquel recuerdo con su nombre.
Entonces he soñado como un niño
con hadas que surgían de las flores,
con lindos enanitos que venían
ocultos bajo el manto de la noche.
Es fácil que sintiera escalofríos
buscando explicación a los temores,
de cuentos y leyendas escuchados
surgidos con la estela de los bosques.
Más he de confesar que siendo un niño
un día presentí como unas voces,
que hablaban y mandaban a los cielos
el grito desgarrado de los pobres.
Pedían la salud para sus cuerpos,
la paz para los rotos corazones,
la fé para vivir el día a día
y el alma enamorada que los colme.
"...He visto como llegan los otoños,
temblando, como tiemblan los gorriones,
y luego me he sumido en la belleza
del bosque centenario en que se esconden..."
Rafael Sánchez Ortega ©
12/01/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario