Recorrerán mis dedos a tus senos
para dejar en ellos lo que escribo,
y allí se guardarán eternamente
las letras impacientes y guarismos.
Mi cuerpo temblará mientras lo hago
y tus labios también, mientras te admiro,
rendido de emoción ante la sangre
y el corazón que emite esos latidos.
Pero es tu corazón sencillamente
y tus senos fervientes los que ansío,
para dejar en ellos la respuesta
en forma de renglones retorcidos.
Tú sentirás el roce de los dedos
y en ellos el candor y mi cariño,
la lava del volcán de mis entrañas
y acaso, si me apuras, el delirio.
Más guiaré mi mano en esos versos
cual capitán que surca el infinito,
en medio de las olas de los mares,
sin barca ni compás, sólo contigo.
No temeré borrascas ni derrota,
tampoco a las galernas y los fríos,
pues llevaré mis dedos por tu senos
arrancando a tus labios mil suspiros.
Y cuando ya supliques que me pare
te miraré, como te mira un niño,
y cerraré los ojos simplemente
para besar tus senos tan divinos.
Luego retornaré hacia los bosques,
en sueño singular bajo los pinos,
sintiendo los latidos de tu pecho
temblando de emoción como unos lirios.
Y quedarán los versos de mis dedos
en tus senos grabados y esculpidos,
sin letras ni palabras que los citen,
más sí en tu corazón, unido al mío.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/01/12
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