Se perdieron tus besos en el alma
saturados de polvo y de recuerdos,
nada pudo el intento de tus labios
por tratar de enviármelos de nuevo.
A la vez se perdieron las guitarras
y dejaron sus notas con el eco,
que nos trajo de vuelta a los oídos
el rasgar de las cuerdas por los dedos.
Pero fueron tus besos nuevamente,
en la brisa llegada de los vientos,
los causantes de amor y de alegría
y el latido incesante de mi pecho.
Yo no sé lo que ocultan las guitarras
más allá de la música y los sueños,
pero siento que el alma me palpita
como astilla crujiendo por el fuego.
Es posible que sea la nostalgia,
el placer de la noche y de los besos,
la que llene de lágrimas mis ojos
al mirar las estrellas de los cielos.
Más los besos sin patria no regresan
a pesar de buscarlos y quererlos,
porque fueron perdidos para siempre
y enviados al mundo de lo eterno.
Se fundieron tus besos en el alma
y el amor, marchitado, fue con ellos,
a vagar por el mundo de las sombras
mendigando el cariño verdadero.
Un amor de silencio y sin palabras,
de miradas veladas y deseos,
con suspiros surgidos en los labios
y la sed angustiosa del sediento.
Unos dedos que templan la guitarra
y la arrancan sonidos tan sinceros,
para hacer que las almas se estremezcan
y que vuelvan los sueños a los versos.
Estos versos nacidos de retales,
que en el alma quedaron y durmieron,
ahora esperan los labios impacientes
que a los mismos despierten de su sueño.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/01/12
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