Perdona viejo amigo mi retraso,
no es hora de escribir a las estrellas,
ni días de mirar a las montañas,
ni tiempos de extasiarse en la belleza.
Confieso humildemente mi pecado,
estabas y has estado siempre cerca,
tan cerca que a pesar de tus latidos,
no supe comprender tanta grandeza.
Querido corazón siente mi mano
y nota que mis dedos también tiemblan,
esperan la sonrisa cantarina
que mandas por la sangre de tus venas.
Tú quieres embriagarme y seducirme
sintiendo cada día tu presencia,
que escuche de tus labios el susurro
llegando a mis oídos tu promesa.
Hermoso corazón, no te merezco,
mi olvido imperdonable está muy cerca,
yo quiero que me escuches y perdones
y ahogues de mis labios su protesta.
Me dices sin palabras que no insista;
la vida continúa y todo empieza,
que cuide sin cesar de los amigos
y deje mi cariño en esa entrega.
No sé si tus palabras tan sencillas
perdonan el retraso de mi ausencia,
yo quise que estuvieras a mi lado
y nunca más allá de las mareas.
Fue duro el temporal y tú lo sabes,
y dura también fue la vil tormenta,
mi barca regresó, por fin, al puerto,
maltrecha y anegadas sus bodegas.
Y así mi corazón entró en un dique
buscando reparar cuantiosas deudas,
y una sobre todo muy importante
carente de la estopa y de la brea.
La deuda del amor no tiene precio,
es algo que se siente y que se aprecia,
por eso corazón te doy mi mano
y pido que perdones mis tinieblas.
"...Perdona corazón este retraso,
te he amado y te amaré hasta que muera,
lo dicen los suspiros de mi alma,
que llevan al cuaderno este poema..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/01/12
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