miércoles, 11 de enero de 2012

UNA VEZ.


Una vez había un niño contemplando las olas
y tratando de alcanzarlas con su mano.
Yo le vi y le envidiaba, en la lucha,
por tomar aquellas olas que escapaban
de su lado y se estiraban perezosas
por la arena de la playa.


Una vez aquel niño se quedó extasiado
tanto tiempo,
que las horas se pasaron muy deprisa
y las olas se marcharon en la tarde,
retornando a sus orígenes,
en el fondo de los mares.


Mares verdes y profundos
con su carga de misterio en las entrañas.
Allí viven y buscaban las sirenas sus canciones,
allí beben los marinos el salitre de las algas,
allí surge las entrañas de la vida simplemente.


Yo recuerdo aquella escena en mi retina
y retengo aquel momento tan sublime.
Era otoño y un agosto inolvidable,
con la calma del momento y las gentes paseando.
Él soñaba entretenido con sus juegos infantiles,
el castillo con sus muros,
el cometa muy cercano
y la imagen desbordante de unos barcos de piratas
que llegaban a su lado.


¡Es la eterna fantasía!, yo me dije,
son los años de la infancia,
tan hermosos y sencillos
que ahora añoro.


Una vez había un niño en la playa
que jugaba y que soñaba...


Rafael Sánchez Ortega ©
10/01/12

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