III
Pero quiero el olor de tu ternura,
ese olor tan profundo y penetrante,
que taladra cual fina acupuntura
a la piel de mi cuerpo vacilante.
Y suspira mi cuerpo en la espesura,
y hasta suena la cuerda del bramante,
mientras tú me confiesas con mesura
la pasión por nacer y ser mi amante.
Y así surge la brisa del nordeste,
a mí llega y me envuelve con su abrazo,
sin rubor y de forma apasionada.
Y es entonces que surge el suroeste,
el volcán del amor con su mazazo
quien me entrega en los brazos de mi amada.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/01/12
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