Hoy entiendo los días de silencio
y también las miradas sin palabras;
hoy comprendo aquel tiempo del pasado
y también tantos sueños y esperanzas.
Fueron días de risas infantiles,
que dejaron promesas en el alma,
y también margaritas que nacieron
y en el tiempo quedaron marchitadas.
Fueron tardes de luces y de sombras
que dejaron atrás aquella infancia,
y con ellas quedaron los gorriones
y los versos y rimas bien guardadas.
Juventud que transcurres en el tiempo
y que dejas la huella de tu marcha,
yo recuerdo la luna y las estrellas
y las olas llegando hasta la barra.
Fue una noche de agosto, sin pensarlo,
una noche surgida como tantas,
me acerqué, paseando en la ribera,
a la arena tan fina de la playa.
Y allí pude observar aquel silencio
y unos cielos que tiernos murmuraban,
y gritaban mi nombre en un susurro
más allá de la vida y de la nada.
Y recuerdo la alegre golondrina
que en septiembre cruzaba alborozada
y trazaba dibujos en el cielo
mientras yo, en mi inocencia la miraba.
Ella hablaba ya entonces de su vuelo,
de otros mundos, senderos y montañas,
y me hablaba también de tantas cosas,
con la pluma impaciente de sus alas.
Pero entonces el joven impetuoso
no entendía al silencio, ni su causa,,
ni tampoco a los mares y a los cielos
que silentes le hablaban sin palabras.
"...Hoy entiendo al silencio como nunca
porque es el silencio quien me habla,
y me habla lo mismo que hace tiempo,
del amor, del cariño y la esperanza..."
Rafael Sánchez Ortega ©
09/01/12
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