III
Atrás quedan los muertos que lucharon,
las palabras vacías y postreras,
con los ojos silentes que lloraron
y tambíén las sonrisas altaneras.
Y quedaron los hombres que soñaron
y perdieron batallas y fronteras,
porque ellos, perdieron lo que amaron
y quedaron sus almas prisioneras.
Vuelve atrás y rescata tu sonrisa,
mancillada en el tiempo del olvido.
Es tu risa tan dulce la que quiere
la que buscan tus labios tan sumisa,
la que salve a tu pecho malherido,
en la hora postrera en que se muere.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/03/12
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