Pensaba en dónde estabas tú esta noche,
si acaso de paseo y de farranda,
o puede que tuvieras una cena,
un baile, una berbena y una gala.
Es fácil divagar estando ciego
y más si la ceguera está en el alma,
entonces nos invade la locura
por culpa de la imagen que se ama.
Amamos a la voz que nos susurra,
sintiendo las caricias que desgrana,
y un día le extrañamos el silencio
por culpa de una ausencia que nos falta.
Nos falta el pestañeo de sus ojos,
el brillo tan sutil de una mirada,
la sombra deliciosa que se acerca,
y el beso de sus labios en la cara.
Entonces se suceden las preguntas,
carentes las respuestas de callarlas,
se piensa en mil motivos diferentes
ajenos a la ausencia de esta causa.
Más todo queda atrás, en el recuerdo,
al ver en la alameda su llegada,
de nuevo se encendieron las farolas
y el fuego de tu alma con su llama.
Suspiras plenamente satisfecho
y rozas con tus dedos a su espalda,
te miras en sus ojos soñadores
y buscas en sus labios lo que guardan.
Un beso silencioso y solitario,
un beso y un suspiro que le arrancas,
tus dedos juguetones ya se sueltan
uniéndose a los suyos sin tardanza.
No dudes del amor, querido amigo,
es duro caminar cada jornada,
más debes comprender que así es la vida,
compendio de mil sueños y esperanzas.
Se vive por amor, entre los sueños,
y a veces te confunden las cigarras,
su canto de esperanzas en la noche,
plantea los silencios sin palabras.
Por eso corazón, no tengas miedo,
y busca en ese amor, la mar en calma,
el baile sinuoso de las olas
y el beso de su espuma pura y clara.
Rafael Sánchez Ortega ©
08/03/12
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